La fe es tener por cumplido lo que esperas, estar convencido de lo que no ves.
Por ella, conocemos las grandes historias de los antiguos...
Por la fe entendemos que el universo salió de la boca de Dios y por su palabra fue creado. Lo que ahora vemos, fue hecho de lo que no se veía.
Fue por fe que Abel ofreció a Dios un sacrificio más excelente que su hermano Caín, por eso alcanzó testimonio de que era justo, incluso Dios mismo dio testimonio de sus ofrendas; y luego de muerto, aún habla por ella.
Por la fe Enoc fue arrebatado y no vio la muerte. Nunca lo encontraron, porque Dios vino por él; y antes que fuera arrebatado, ya se sabía que era agradable a Dios. Pero, sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que existe y que recompensa a los que lo buscan.
Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su familia se salvaría. Su fe condenó a los que no creyeron y fue hecho heredero de la justicia, herencia que viene por la fe.
Abraham, llamado por Dios, obedeció y salió de su tierra al lugar que recibiría por herencia… salió sin saber a dónde iba. Eso es fe. Habitó como extranjero en la tierra prometida como si no hubiese sido suya, viviendo en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
La misma Sara, su mujer, siendo estéril y a demás cuando su edad no se lo permitía, recibió fuerza para concebir; y dio a luz, porque creyó en la fidelidad de Dios quien le había prometido hijos. Por lo cual también, de uno de sus hijos, ya casi muerto, salió su descendencia como las estrellas del cielo en multitud, como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
Manteniendo su fe murieron, aunque no recibieron lo prometido, sino que mirándolo de lejos, siguieron creyendo y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
Si confesaban esto, claramente dan a entender que buscan una patria,
pues si hubieran estado pensando en aquella de donde salieron, tenían tiempo de sobra para volver atrás. Pero anhelaban una mejor, una nación celestial; por eso Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad.
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac. El que había recibido las promesas, ofrecía su unigénito, siendo que se le dijo: «En Isaac tendrás tu descendencia». Abraham creía en un Dios poderoso, pensaba que aun podría levantarlo de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también lo volvió a recibir.
Luego bendijo a Isaac a Jacob y a Esaú respecto a lo que vendría.
Por la fe Jacob, moribundo, bendijo a cada uno de los hijos de José… y como si fuera poco, adoró apoyado sobre el extremo de su bastón.
Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel y dio mandamiento acerca de sus huesos.
Por la fe los padres de Moisés lo escondieron durante tres meses, porque lo vieron niño hermoso y no temieron el decreto del rey.
Moisés cuando creció, no quiso ser llamado nieto de faraón sino que prefirió ser maltratado al igual que el pueblo de Dios, su pueblo, antes que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque tenía puesta la mirada en la recompensa.
Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y ungió sus casas con sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocara a ellos.
Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; y cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, fueron ahogados.
Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.
Por la fe Rahab la ramera no murió como los demás moradores de la ciudad, porque recibió a los espías en paz.
¿Y que más puedo decir? El tiempo me faltaría para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas. Todos ellos, por fe, conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, e hicieron huir a ejércitos extranjeros.
Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos; pero otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.
Otros experimentaron oprobios, azotes y, a más de esto, prisiones y cárceles.
Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada. Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados.
El mundo no era digno de estos hombres, pero ellos anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
Pero ninguno de ellos, aunque alcanzaron buen testimonio por su fe, recibió lo prometido, porque Dios tenía reservado algo mejor para nosotros, para que no fueran ellos perfeccionados aparte de nosotros.
Entonces, la fe es tener por cumplido lo que esperas, estar convencido de lo que no ves.
Hebreos 11, paráfrasis