Señor Cid:
Tengo una inevitable necesidad de manifestar cuánto dolor, cuánta pena y cuánta vergüenza, por sobre todo, me da haberlo visto aparecer (otra vez) en televisión. Para nadie es un secreto el sensacionalismo que rige a la prensa nacional, y así también, para nadie es un secreto su aparente afán de grandeza mal pagada y deseo incontrolable de fama.
Necsito decírselo, porque usted no es el único que puede utilizar los medios comuniaccionales para decir lo que se le antoja.
Conocí a Jesús cuando tenía 10 años. El Señor restauró mi familia, una familia destruída por el adulterio, sanó mi corazón y me dio una vida nueva. A mis 14 años, sometí mi fe a un profundo análisis de razonamiento. Confieso que no acepto en ningún sentido las verdades absolutas, y a veces me empecino en buscarle la quinta pata al gato... estuve en ese proceso de búsqueda de la verdad aproximadamente cuatro años. Desde mis 10 años y durante el proceso anteriormente citado, a diferencia de otros jóvenes de mi edad, nunca he sentido vergüenza de ser cristiano. Mis padres son pastores, y nunca me he sentido avergonzado de que lleven ese honroso título y que mi familia, sea una familia sacerdotal. Actualmente tengo 21 años, y desde que entregué mi vida a Jesús, ser cristiano ha sido mi carta de presentación.
Desde niño me congregué en una iglesia donde las manifestaciones del Espíritu Santo eran presentes en todas nuestras reuniones. Desde entonces, he tenido una experiencia personal con Él. Con mis propios ojos he visto milagros de sanidad, liberación y llenura del Espíritu. Con mis ojos he visto señales, con mis ojos he visto a la iglesia gozarse en la presencia de Dios.
Soy músico, y, como usted debe saber muy bien, desde el altar puede verse muy bien la acción y reacción de toda la iglesia... Reconozco el poder y la unción de Dios en hombres y mujeres de Dios, reconozco la voz de Dios en mi corazón y en los labios de sus ministros. Soy jóven, soy muy crítico, soy muy análitco... y soy muy cristiano. Amo a Jesucristo y amo a su cuerpo, la iglesia... y en usted sólo reconozco extrañas ropas y lucecitas de colores.
Por eso me duele tanto verlo a usted dando lástima en la tele... con su disfraz de obispo católico, su kipa, su talit, sentado en esa suerte de trono papal en el que se sienta, sosteniendo en su mano esa especie de báculo sagrado, y su tono de voz tan sollozante y su expresión lastimera a lo Zalo Reyes y su reloj “enshapao” en oro regalado por un feligrés.
Me duele verlo a usted. Me duele ver a lo que ha llegado. Me duele verlo enajenado, desaforado y fuera de sí, insultando a quien se ponga por delante rodeado de un grupo de gente, enfrentándose a carabineros a golpes, palos, escupos y bibliazos, pero por sobre todo me da vergüenza.
Me avergüenza, porque esa incapacidad que tiene usted de mirarse hacia adentro, analizarse y reconocer que su conducta está errada, lo lleva a jactarse de ser un hombre, y permítame citarlo: “Muy correcto... y por eso tengo la iglesia que tengo.” Me va a disculpar, pero si usted “tiene la iglesia que tiene” lamentablemente es por ignorancia, señor.
Sabe? no me interesa que su hermana diga que es homosexual, voy a conservar mi opinión al respecto. No me interesa que se le tilde de ladrón, también voy a guardarme eso. Lo que sí me ofende en extremo, es verlo a usted con esa actitud altanera entrando esposado a un juzgado creyéndose un mártir del evangelio. Pérmitame decirle señor, usted no es Pablo, usted no es ningún mártir, si va preso no es porque “lo persigan”, si va preso no es porque lo censuren, si va preso, es porque usted ha traspasado los derechos de otros, es porque usted está yendo contra la ley. Yo no soy abogado ni nada, pero a mi sano juicio, usted me parece un delincuente.
Verlo en televisión llorando y diciendo que usted no es un chanta ni un charlatán, y que no le importa ser pobre ni menospreciado por la gente, verlo a usted llorando y gritando en la calle como es su costumbre diciendo que se va a quitar la vida si no se detiene esta “persecusión” me da lástima... pero no por usted señor, me da lástima por la iglesia evangélica.
Me da pena que se eche al bolsillo lo que los verdaderos mártires de nuestra iglesia en chile
hicieron por nuestra generación, si nosotros podemos predicar libremente en la calle es
gracias a ellos... gracias a usted, ahora el derecho que ellos ganaron para nosotros, peligra.
Me da vergüenza decir que soy cristiano, cuando gente como usted dice lo mismo. Me da vergüenza decir que mis papás son pastores, cuando gracias a usted ese título está tan degradado, me da vergüenza cuando hablo con mis amigos en la universidad... y lo único que saben de los evangélicos, es que gritan, lloran, dan vueltas en la calle y golpean a carabineros.
En tanto no sea capaz de asumir sus faltas, sus culpas, y la profunda herida que ha causado al cuerpo de Cristo y su imagen pública, para mí usted seguirá siendo usted, un chanta muy grande. Es muy probable que no le importe. Que piense que esto es parte de la cruz que debe llevar en su santo ministerio, e incluso, es muy probable que nunca lea esto, y de leerlo, sinceramente espero que se sienta ofendido... a ver si de una vez por todas reacciona.
Le pido a Dios por usted. Para que pueda abrir los ojos. Pedir perdón, recnocer nuestros errores y cerrar la boca, a veces nos hace más grandes que tirar pepitas de “oro” con un chaleco.
Ojalá que lo piense.
Marcelo Cruchaga.
Joven Cristiano
Carta abierta a Ricardo Cid.
Added domingo, diciembre 04, 2011, Under: eso